domingo, 29 de junio de 2008

El peligro de la unidimensionalidad

Empecemos desde el principio. Esto es una ciberbitácora. ¿Alguna duda? Es un medio de comunicación caracterizado por su potencial interactividad; comunicar conocimientos, experiencias, emociones, ficciones y noticias. Su hábitat es el el salvaje mundo de la red, un vivero de datos visuales, gráficos, textuales y sonoros, de dudosa naturaleza. El anonimato, lo controvertido de su normalización, la diversidad de creencias e intenciones hacen que (the) internet sea un fenómeno circunscrito a la voluntad conjunta de sus usuarios. Bajo esta patina liberal se esconden, no obstante, las grandes empresas de comunicación, y tras ellos los intereses, que tratan de controlar un sistema aparentemente desbordante. Del grado de control, desconocemos casi todo... -en eso consiste, que aparentemente no nos sintamos controlados para que bajemos la guardia-, pero no es descabellado pensar que esté tan presente como evidente y desarrollada está la publicidad, que hasta no hace poco, se caracterizaba por la saturación. Y decimos hasta hace poco porque nuevamente la vemos evolucionar (valga el ejemplo de Radio la Colifata por la marca de la pecera (¿alienación?) o las campañas de virales que campan por la Red).

Si hubo un momento para estar alerta no fue solo el actual, pero, no por ello existe un momento para el descanso. Nunca la decisión estuvo en tantas manos... pero tampoco fueron tan diversas las posibilidades y tan pocas son las opciones elegidas. Un rebaño disperso en apariencia, saturado por el trabajo, que busca, al unisono, en la comunicación el ocio... tal es el problema. El ocio entendido como evasión; es la única faceta negativa que encontramos en el ocio, porque el ocio es el tiempo para ser libres y la libertad no se encuentra huyendo o falseando la realidad, ni tan siquiera consumiendio. Sería muy triste que la Red de redes se masificara, que se convirtiese en un pastizal donde rebaños de seres unidimensionales nunca se viesen cercados por su amplitud; la Red sería una prisión oceánica y nosotros bancos de peces a merced no solo de los tiburones, sino de seres que no creíamos tan peligrosos, como los delfines o los atunes, con más dientes que los de las latas de conserva. Todo son hipótesis, como quien lleva paraguas el día nublado cuando el hombre del tiempo no pronosticó precipitaciones. ¿Solo yo veo lo irónico del asunto, las nubes sobre el idílico cielo de verano?


Posdata: El hombre unidimensional; Herbert Marcuse. (Un buen libro para ver este verano, sí).

sábado, 28 de junio de 2008

¡Juntos!

Desde que el hombre es hombre ha sentido la necesidad de comunicarse. La codificación expresiva, la evolución del soporte material del sistema de signos y la paulatina evolución en la concepción y uso de los medios han ido permutando, lentamente, gracias a la superación de las dificultades técnicas respecto a la reproducción del mensaje y, sobre todo, gracias a la mayor liberalización en la producción y el acceso del comunicado (el progreso social).

Partiendo de un modelo básico en los que se esbozaba un emisor y un lugar de recepción, (mensajeros remunerados voceando en una plaza pública el contenido de un mensaje ajeno) hasta la actual masificación de los medios y las audiencias, la aparente revolución del modelo únicamente se comprende desde una innovación progresiva en la tecnología. La base del sistema de transmisión solamente ha ganado su complejidad en función de la progresiva ampliación de la sociedad (los destinatarios ya no caben en las plazas públicas y el mensaje les llega, involuntariamente, condimentado con ocio y disfrute en sus propios hogares).




Los medios de comunicación actúan como las modernas tuberías de las grandes ciudades, transmiten la información que el consumidor ingiere al abrir el grifo, y evolucionan en función de la mayor o menor demanda ensanchando las canalizaciones o su capacidad informativa (más o menos cloro, oxígeno o incluso litio)... pero en el proceso pierden algo más que el agua inocua, pierden la concepción original del sentido de la comunicación (su carácter bidireccional, su doble sentido).

La comunicación etimológicamente también se puede entender -y debería hacerse- desde su dimensión ritual. Yo hablo, tu me respondes, yo escribo, tu (por favor) comentas... el espectador, no obstante, queda reducido en la actualidad a su carácter de consumidor: "Yo veo un programa divertido y el medio me intenta colar unos anuncios".

Como en el medioevo, las armas de persuasión, publicitarias espadas, han evolucionado paralelamente con los sistemas defensivos, inmovilizadoras y perezosas corazas fías de un metal forjado en la fragua del relativismo, y la comunicación (unidireccional) se percibe como natural frente a la intercomunicación.

Ahora bien, yo no te voy a vender nada (no tengo espada), quiero entablar una conversación contigo (aquí sobran las corazas), quiero que comentes y creo que la relación será beneficiosa para ambos. ¡Abramos juntos este nuevo espacio para el diálogo!